frases célebres

lunes, 26 de abril de 2010

Los hijos, los padres.



¡Bueno! Pues resulta que ya hemos llevado a los niños a la feria, y ya nos ha provocado la quiebra total de nuestros bienes líquidos hasta que Dios y el trabajo nos provea de nuevo. 

A los pequeños hay que llevarlos porque ven a sus hermanos mayores y amigos que se arreglan, como si estuviesen a punto de presentarse al mejor de los trabajos,  para coger el autobús y perderse por las populares calles del recinto ferial. A los púberos y adolescentes hay que llenarles los bolsillos de dinero y la cabeza de consejos y sugerencias para que no aparezcan borrachos como una cuba o simplemente para que aparezcan. 

Pero no sólo hablo de la Feria de Sevilla, hablo también de todas aquellas ferias que se montan nuestros hijos todos los fines de semana. Aquellas en la que está prohibido en rotundidad aparecer por allí si tienes más de veinticinco años o tienes algún hijo en la misma. Unas ferias que sustituyen, para coger el mareo de costumbre, los clásicos "Cacharritos" de la calle del infierno por alcohol en grandes cantidades. Unas ferias que a veces terminan en el hospital o en la cárcel.

Y es que, ¡Es tan difícil esto de ser padre! Resulta que hacemos lo imposible para satisfacer los interminables deseos de nuestros hijos, y como compensación obtenemos unos hijos inmaduros, irreflexivos, violentos, irresponsables, insensatos y a veces hasta con instinto asesino. Sí, ya sé que he exagerado un poco, pero como buen sevillano me tomo esa licencia para dibujar, aunque sólo sea a grandes trazos y algo difuminados, un perfil que se repite cada vez con más rapidez; como si de malignos virus clonados se tratara.

No está, afortunadamente, toda la campiña marcada con esta desagradable mala hierba. Pero hay frioleros datos que avalan mi comentario. Y es por eso que creo importante e interesante insertar este artículo. Y vamos a buscar las causas de estas pautas de comportamiento.

Lo haremos con algunas preguntas que tú como padre tendrás que contestar, para tus adentros, con la más absoluta de las sinceridades. ¿Pusiste alguna vez reglas para tus hijos desde pequeños? ¿Sentiste seriamente como tuyo el futuro de tu hijo? ¿Regalabas una sonrisa, cuando lo que tenías que imponer era un castigo? ¿Contradecías las órdenes de otro adulto, generalmente de tu pareja, confundiendo seriamente a tu hijo? ¿Aceptabas los sobornos sentimentales de tus hijos? ¿Si tu hijo te lanzaba una mirada de ruego o compasión, le levantabas el castigo que no tenía nada que ver con esa mirada? ¿Infundiste a tus hijos respeto y admiración?

Como veréis, existe una amplia gama de preguntas que hacerse para saber si uno está involucrado o no en el comportamiento actual de su hijo. Cierto es que el genotipo, cadena de órdenes que todo ser viviente tiene grabada en su ADN, afectan seriamente en su crecimiento personal. Pero su fenotipo, esas circunstancias que rodean al niño, son cruciales para desarrollar un tipo de personalidad u otra. TODO lo que ocurre a su alrededor es importantísimo. Desde la música que escucha, los programas que ve, los amigos que tiene, o los juegos con los que se divierte. Pero existe un craso error que cometemos casi todos los padres; creemos que las cosas comienzan a influir en él cuando pensamos que tiene uso de razón. Esto es categóricamente falso. Está más que demostrado que desde la placenta, y a través de diversos medios, el niño comienza a hacerse un plano sensitivo y cognitivo de todo lo que le rodea. O sea, que casi desde el mismo momento de ser fecundado, el niño está aprendiendo. Esto significa que cada vez que grites, fumes, insultes, te sientas alterada, te deprimas, reflexiones o veas futbol, esto estará fijando una directriz en su personalidad. 

Nuestro hijo, en un principio, aprende de nosotros. Somos su único vínculo entre él y el resto del universo. Dependen absolutamente de nosotros. Somos sus héroes. Cuando comienzan a crecer, su mundo se expande. Comienzan a crear otros vínculos con el mundo. DEJAMOS DE SER ÚNICOS. Ya no nos ven como héroes. El niño en la adolescencia vive a dos caballos, uno es la niñez que está a punto de desmontar. El otro es el mundo adulto que quiere alcanzar, y lo más probable es que se sienta en el suelo. Es por esa razón por la que se siente desorientado, perdido, alterable y susceptible. Ahí los padres ya no pueden hacer nada. La personalidad de nuestros hijos está básicamente formada desde los primeros cinco años de vida.

En conclusión; entienda a su hijo, sea condescendiente hasta donde pueda serlo. No subestimes el poder de la palabra. Castígalo cuando tenga que hacerlo de la forma adecuada, no levante el castigo si no redime su comportamiento, pero halágalo cuando tenga que hacerlo. Hágale entender que nada es gratis, todo tiene su precio. Deje bien delimitada las normas de conducta y sociabilidad. Y sobre todo; enséñele que la vida puede ser maravillosa o puede ser un infierno, todo depende de su comportamiento en ella.

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