frases célebres

jueves, 22 de abril de 2010

Tras la búsqueda del dinero escondido en la televisión.



Es absolutamente incomprensible la cantidad de personas que viven del “famoseo”. ¿Es realmente tan importante la vida de un famoso, como para mover unas cifras tan escandalosamente vergonzantes? Estamos de acuerdo en que el cotilleo siempre ha movido el morbo de casi cualquier individuo, pero de ahí a convertirlo en todo un negocio…

Yo estoy de acuerdo en que existan programas que sacien la curiosidad de los fan, que todo lo que tiene que ver con su ídolo les interesa en sobremanera. Yo entiendo que guste un programa fresco, divertido y por qué no, también frívolo, que nos saquen una sonrisa en la sobremesa, cuando sólo existen programas de noticias lúgubres, tétricos o simplemente de dudoso gusto para esa familiar hora. Y hasta entiendo que, aprovechando nuestra peculiar y casi hasta lastimosa debilidad de curioso, se lancen los propios famosos a montar sus propias exclusivas, previo pago de una cantidad de monedas que a un simple administrativo le cuesta todo un año conseguir.

Lo que no puedo entender, por mucho que lo intente, es que personas anónimas que ni son fan, ni famosos, se empeñen en llegar a ser famoso, o cobrar lo que éstos cobra, contando las vicisitudes, falsas o verdaderas, de unos célebres trabajadores que jamás tuvieron contacto con los susodichos. Que esposas, hijas, maridos o suegras cuenten en público los errores perpetrados bajo el manto del silencio, para poder seguir manteniendo unas añoradas vidas, sin entender ni aceptar que su tiempo hace tiempo que terminó. Que estúpidos adictos a todo, visiten los platós de televisión, vestidos de Lacoste y con su rol bien aprendido, para arremeter contra cualquiera por un puñado de dólares.

Y por otra parte, tampoco entiendo el permanente y casi ilícito acoso al que son sometidos los famosos. Ni en la playa, ni el mercado, ni en el bar, ni en su propia casa son respetados los íntimos derechos de estos admirados que tienen por trabajo salir en esa popular y manipuladora caja tonta llamada televisión.
Será por eso que yo valoro y disfruto hasta límites insospechados mis anónimos paseos por la playa, el monte o los festivos circuitos cerveceros donde, desde mi particular cubículo de intimidad, analizo los pasos ajenos para construir después los artículos de mi blog.



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